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Clase media en la playa

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En la playa, ayer, los únicos que no reían ni bailaban ni escuchaban el ir y venir del mar, eran los tres muchachos que vendían empanadas.  Todos los demás, comían y bebían. Todos los demás, con el torso al aire, depilados, embadurnados de protector solar, reflejaban los rayos ultravioleta de vuelta a la atmósfera, aunque con la máxima aspiración de broncearse.  Cuerpos bien cuidados, los de la mayoría. Casi mises, las mujeres. Casi atletas, los hombres. De todas maneras, ridículos, un poco, cuando pegaban la carrerita para no quemarse los pies, culpa de la ardiente arena, culpa de la naturaleza, pretendiendo repeler a la masa invasora. De clase media, la mayoría. Comerciantes, de bodegones, dueños de talleres mecánicos, y vainas así. Sobrevivientes. Retomando su estilo, ya con dólares en la bolsa, merecido descanso, después de años de lanzar piedras a los GNB, después de tanto recibir plomo y gas lacrimógeno.  Defender tus derechos tiene sus bemoles, y ante el repetido fracaso, se tom

El Cacao en Venezuela...

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Jairo y Luis viven del cacao. En Tucaní y en Yaguarapano, el campo sobrevivió, a duras penas, a la vorágine de expropiaciones y destrucción. Los que viven de lo que siembran, flotan, inenarrables, indescriptibles, dentro de una burbuja de bienestar. No me mal interpreten. Uno no puede pagar el carrito por puesto de la hija al liceo. "5000 mil pa'llá... 5000 mil pa'cá..." No porque no tenga, sino porque no se consigue el efectivo. Al otro le ha dado malaria 6 veces. "Pa'mí que esa vaina no la pegan los mosquitos". De eso murieron veintitantos en el pueblo el mes pasado. No por no tener para comprar el remedio, sino porque no lo hay. Los enterraron en cajas hechas de tablas. No por ser indignos, sino porque ataúdes tampoco hay. Pero por esos lados, la gente no come de la basura. Se nota a primera vista...

Bombonas de gas. La precariedad como forma de vida.

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Heroes

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Parida de una Venezuela subterránea, como Sión, la última ciudad humana de la Matrix, inmune a 20 años del mensaje invariable de odio y discriminación que los asedió, nace, en medio de Revolución, la Resistencia. Formada por muchachos que evadieron milagrosamente la tentación de que “cuando sea grande quiero ser un pran”, figura, que en tiempos de chavismo, caló en el imaginario de todo niño con ansias de poder y dinero, se dibuja, indetenible, un movimiento que será el nuevo punto de referencia para los chamos que serán adultos dentro de 20 años. La Resistencia se multiplica exponencialmente en cada manifestación. La primera vez que tuve contacto con ellos se podían contar con los dedos de las manos. Pero a medida que avanza la gesta, asombra ver como corren a enfrentar la represión, ya, cientos de ellos. Porque tomar conciencia parece que se contagia como un virus que se esparce sin vacuna que lo detenga. Conseguirás entre ellos enormes diferencias. Ricos o pobres. Descalzos o

Echarle bolas...

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Si tuviese yo las bolas que tenía Neomar, hace muchos años ya que debí haber salido a lanzarle piedras a la GNB. Soy culpable de no haberme encapuchado desde aquel mismísimo día, que estrenándose el chavismo, en La Carlota, en cadena nacional, franqueado por dos aviones de PDVSA, Chávez prometió venderlos y utilizar ese dinero para construir un preescolar. Fue demasiado evidente. Si tuviese yo las bolas que tenía Pernalete, hace muchos años ya que debí haberme parado frente a las armas con que los militares disparan las bombas lacrimógenas. Soy culpable de no haberme construido mi escudo desde aquel mismísimo día que, también en cadena nacional, anunciaron la misión de construir casas, aunque ya tenían más de 10 años gobernando y no habían hecho ni una, y aquí, en el país en donde cada vez que llueve se quedan sin techo la mitad de sus habitantes, solo se sintieron estimulados cuando alguna encuesta le fue desfavorable y se acercaba alguna actividad electoral. Se

Escape

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¿De qué terrible circunstancia huye quien se ve obligado a resguardarse lanzándose a un río putrefacto capaz de ahogarlo y que con fuerza indetenible arrastraría su cadáver a kilómetros de distancia? Humildemente, voy a las marchas solo para hacer bulto. Porque, como ya lo he dicho mil veces, solo la clase media reclama sus derechos en este país, y para el cambio, eso no es suficiente. Así que voy a ellas con pocas expectativas, y solo las aprovecho para drenar tanta frustración. En consecuencia, ese 8 de abril, llegué tarde a la Francisco de Miranda, entre otras cosas, porque estaba antes visitando a un familiar en una clínica. Ya estaban, los apurados operarios, desmontando la tarima, así que no pude oír los discursos de los voceros de ese día, fueran quienes fueran. Igual nunca escucha uno esas disertaciones porque hay que llegar muy temprano para estar cerca del corto rango de distancia de los equipos de sonido que instalan para esas ocasiones. Pero, para mi sorpresa, algo fuera

Comer Jamón Serrano

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Al vasco este, cuya foto con un jamón serrano en la mano, dentro de un mercado del sur de Caracas abarrotado de productos importados, inundó las redes sociales y los medios de comunicación españoles, es el primer ser humano que me provoca matar de verdad. No me refiero a eso que uno siente cuando casi te atropella un motorizado que circula por la acera o cuando el expendedor de la panadería le vende al que está por delante la última canilla del día, después de hacer una hora de cola. Tienen que haber vivido los últimos años en Venezuela para entender el porqué de este odio visceral que me hace desear que lo cuelguen de los pies para que lo desangren como a los cerdos como cuando hacen morcillas allá en su pueblo natal. Desde que hace 38 años, cuando  Pedro  y  Jose Felix  me llevaron de la mano en mis pininos fotográficos, me doy cuenta ahora, en medio de esta arrechera, que me deslicé, constante, cuesta bajo, en una pendiente que al parecer lleva en ese ángulo desde que Bolívar recorr