Mea culpa

Echarle la culpa al Gobierno anterior es una práctica para la cual se requiere esfuerzo y experiencia. No es una tarea fácil, especialmente en un país lleno de gente con mala memoria. No se convence al que tiene sed, de que no tienes la culpa de su sufrimiento, si te ve con la mano en el grifo.
Cuando gobernaban los adecos y los copeyanos, la tenían más fácil. Como se alternaban el coroto en intervalos de tiempo mucho más cortos que en la actualidad, en la memoria se mantenían mucho más frescos el recuerdo de los desmanes. Si bien, cada cinco años, el encargado de echar la culpa se convertía en culpable, el ejercicio constante y los beneficios del poder eran suficiente estímulo para ejecutar la maña con efectividad. Defenderse y atacar alternadamente, desarrollaba alguna parte del cerebro que, además, sospecho, se heredaba de generación en generación, mejorando la rutina a través de los quinquenios. Viéndolo después de años, llego a la conclusión de que fue, gracias a este rito, que se mantuvo la sana tradición de cambiar de presidente, habitualmente, durante el puntofijismo.
Ahora las cosas son diferentes. No son cinco sino dieciséis los años. Aunque cambió el mandatario, la promesa fue continuar exactamente con las políticas del anterior. Así que si se quiere echar la culpa a otro, van a tener que sembrar, masivamente, Ginkgo Biloba por todo el territorio nacional. Además, no me parece tan efectivo al chavismo en este ritual. Si bien los que votan al partido de gobierno actual son los mismos que votaban a los que antecedieron, pareciera que los más expertos en evadir responsabilidades se mantuvieron dentro de la máxima “adeco es adeco hasta que se muera”. Así que los de ahora, aunque han evolucionado, en este aspecto, desde que prometieron freír en aceite las cabezas de los culpables, han tenido que cambiar de estrategia, erráticamente, me parece, varias veces.
Yo tengo, también, muy mala memoria. No me acuerdo con precisión los detalles de estos avatares políticos porque tengo mucha vaina de que estar preocupado. Pero ayer, sin querer, escuché a dos chavistas justificando porque las cosas no van bien. Explicaba uno al otro que en los ministerios, excepto el bedel y el ministro, todos los demás son escuálidos y apuestan al fracaso de la gestión. Decían que cobraban su sueldo tranquilazos, con la absoluta seguridad de que el resultado sería un fiasco. Quedé, como se dice, claro y sin vista. Esto significa, pensé, que la aplicación de la Lista de Tascón fue un fracaso estrepitoso. O, podría ser, nos encontramos ante la más nueva de las estrategias de evasión de responsabilidades. O, peor, como una semilla enterrada en la arena del desierto, esperando pacientemente durante años unas gotas de escasa lluvia para germinar, brotaron de la nada los adecos y los copeyanos, que no estaban muertos, sino de parranda. ¡Fuiste tu, Ramos Allup!. De ahora en adelante, por si acaso, trataré de ser más cuidadoso en cumplir con mi trabajo cuando me contraten empresas del Estado.
Hace una semana que no llega agua a mi casa. La Alcaldía le echa la culpa al Gobierno. El Gobierno a la Alcaldía. A ninguno se le puede describir como “anterior”. No veo quien tiene la mano en el grifo. El fregadero rebosa de platos. A los baños ya no se puede entrar. No me quedan medias limpias. Tengo sed. Estoy a un paso de ser el culpable.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Clase media en la playa

Nikkor 55 mm f/1.2